lunes, 7 de septiembre de 2009

+ cinco semanas: Así se hacen las marañuelas en Luanco

Estoy releyendo en la playa a Primo Levi porque no sé por qué es que se acaba el verano y me entran unas ganas locas de leer sobre campos de concentración. Total, que es casi la hora de marcharse y una familia entera de cabestros luanquinos - cuyo cabeza de familia lleva epatándonos toda la tarde a voz en grito con sus opiniones acerca de los maricones y los yonkis- se dispone también a darse el piro no sin antes preguntar a la niña de unos cuatro años que tienen si quiere hacer caca, la alientan, pero - ay, no te voy a llevar a los aseos que están muy lejos -

Así que por debajo del libro a un metro de mis pies veo a la niña ponerse en cuclillas y echar un zurullo de un cuarto de libra fruto del cebe de Ruflfles con jamón a la que la llevan sometiendo desde que llegamos. La madre le da la misma pala con la que juega a hacer castillos para taparlo con arena y yo miro acongojada la escena, hago un travelling a la familia en cuestión con cara de asco y miedo y miro fijamente al cabeza de familia que tiene cara de estar esperando a que le diga que la recoja para tener una excusa y hundirme la cabeza en ella. Parece que sonara Ennio Morricone entre este cruce de miradas, en esta encrucijada entre el bien y el mal. Pero – vámonos- grito histérica.

Con un terrible sentimiento de culpa por el pobre imbécil que con toda seguridad pisará mañana el zurullo, me dispongo a propagar la noticia entre mis familiares y allegados. Para esconder mi respuesta increíblemente pasiva, adorno la escena un poco, simulando haber mantenido una gran batalla dialéctica de método socrático con el padre quien, quedándose sin argumentos, en mi fantasía heroica finalmente me había acabado ofreciendo unas hostias (es que la gente es así, concluyo).

A esto mi madre me corta reprendiéndome “Eso os pasa por ir a Luanco”. Ella, como nació en Candás, lleva en la sangre una de esas ridículas rivalidades entre villas marineras cercanas que se centra hoy en día casi exclusivamente en exigir el copyright de la receta de una especie de bizcocho llamado marañuela que hornean en ambos pueblos.

Guiñándole un ojo y ganándome su simpatía para siempre le respondo aludiendo a la similitud de forma entre el bollo y la excretación de la niña sobre el terreno arenil: Así es como hacen las marañuelas en Luanco, ¿verdad mamá?

Así es, se ríe.